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Bélgica niega a Pedro

José Luis Orella. 5 de mayoLa moción del parlamento belga contra las declaraciones de Benedicto XVI en África representa la situación de deterioro moral que sufre la sociedad belga, excepto una parte importante de la flamenca, que se mantuvo fiel en unos momentos tan difíciles. Bélgica no es un país cualquiera, su identidad viene marcada por el sacrificio realizado por españoles y belgas en defensa de la libertad de vivir como católicos frente a los calvinistas holandeses. Alejandro Farnesio, gobernador de aquellas provincias, mantuvo su personalidad católica a costa de heroicas gestas. Después vivió diferentes suertes, perteneciendo a la Francia revolucionaria y a la Holanda restauracionista. Pero en 1830 Bélgica nacía como país independiente, con el consenso de liberales y católicos. Desde entonces el pequeño estado fue un ejemplo de cómo los católicos podían mantener su protagonismo, gracias a la libertad de asociación, educación y de prensa. El catolicismo social tiene una de sus cunas en la Universidad de Lovaina, en el magisterio del cardenal Mercier, prelado de Malinas.

Sin embargo, la secularización y el relativismo moral que han invadido nuestra sociedad europea, también ha irrumpido en Bélgica. Las medidas que la cultura de la muerte consigue aprobar en el banco de experimentos que es Holanda, rápidamente consiguen ser aprobadas en Bélgica. La secularización de la sociedad belga ha conseguido provocar, que el omnipresente partido católico belga, trasvestido en democristiano, después de la Segunda Guerra Mundial, haya olvidado la herencia católica que lo unía. En la actualidad son dos partidos, uno para cada comunidad lingüística, aunque en esta ocasión han votado de forma unánime contra el Papa. Por el contrario, el elemento flamenco que por su práctica religiosa siempre había votado a la DC belga, y luego a la flamenca, se va desangrando a favor del Vlaams Belang, quien se ha quedado en solitario votando en contra de la ominosa moción.

El Vlaams Belang (interés flamenco) que tiene un 28 % de los votos, surgió en 1978. La atracción  hacia sus siglas responde a  las nuevas preferencias políticas de los belgas. El espectro social en el que se apoya es muy amplio y su electorado procede, casi, en similar porcentaje, de la derecha y de la izquierda. La clase media, obrera y la juventud en paro son los grupos que aportan el sostén social de estas nuevas formaciones políticas. No obstante, su aparición suele ser síntoma de la ausencia de comunicación de los partidos tradicionales con los votantes. La ausencia de claridad en los temas de seguridad, protección social, educación, política familiar, inmigración, plantean que los ciudadanos busquen su representación en nuevas formaciones que surgen de un mundo asociativo externo a la política. Además, estas formaciones populistas tienen la particularidad de poder reivindicar una democracia participativa mediante plebiscitos, para los problemas vitales de la sociedad.

Sin embargo, en esta ocasión, a los partidos tradicionales que les es imposible ponerse de acuerdo para formar gobierno, la han conseguido en contra del Papa. Menos mal que hace ochenta años, los pactos de Letrán salvaguardaron la independencia del Papa con la fundación del Estado Vaticano, se imaginan ustedes que hubiese pasado, si el Papa diese su opinión sin estar protegido por su condición de jefe de Estado. El parlamento belga no ha puesto en evidencia al Papa, con su moción ha mostrado de forma clara la carencia de identidad que sufre la sociedad belga. La crisis económica con su destrucción de miles de puestos de trabajo y la desorientación moral ha producido la necesidad de buscar una identidad. La definición de quienes somos, ayuda a marcar una línea que restituye la calma, al establecer una identidad propia con una opción clara por una comunidad homogénea. Esperemos que Bélgica recupere su identidad católica o desaparecerá a favor de sus comunidades diferenciadas.

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