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Diario YA


 

Casado o el relevo

Francisco Torres García. Recuerdo perfectamente cuando se produjo la sorpresiva victoria de Hernández Mancha frente al aparato del partido, también entonces se publicó que iba a producirse una ruptura. Sin embargo, lo que sucedió fue que las lealtades cambiaron. Después Hernández Mancha, por más que ahora diga otra cosa el próximamente jubilado Arenas -hará bien Casado en jubilar a unos cuantos-, se hundió el solito tras una desastrosa moción de censura que supieron aprovechar sus enemigos internos. He visto congresos provinciales del PP en los que el líder cambió y también todas las lealtades que generan los sillones. Así pues, dudo mucho que tras el cónclave popular exista realmente el partido fracturado sobre el que hablan algunos tertulianos y escriben algunos periodistas, con la intención de que en la cabeza del PP continúen, de algún modo, los que casi rompen el PP. Lo único cierto es que si hubieran ganado Soraya y los sorayos el partido hubiera continuado perdiendo votos, buscando puentes con Sánchez para caminar hacia gobiernos a la alemana y, finalmente, rompiendo el PP por su derecha para alimentar el crecimiento de Ciudadanos al acaparar el voto de esa ruptura. Ese era el diseño que se explica cuando ya es información firme que Soraya, como premio de consolación, podría acabar en el IBEX, lo que hará si comprende que sus aspiraciones y ambiciones políticas han pasado a la historia.

Casado ha ganado contra gran parte del aparato del partido porque ha sabido jugar sus cartas para ser el candidato del descontento del militante (militantes reales que tampoco son tantos, un 10% de los famosos e inexistentes 800.000); ya se vio en la primera vuelta, cuando los votos de las otras candidaturas superaban muy ampliamente los obtenidos por Soraya. Casado ha ganado porque supo no ceder a la tentación de un aparato al que no gustan estos procesos ni la diversidad -en esto el PP es igual que los demás-, a la idea de la lista única (¿para qué hacer entonces primarias?¿para un paripé?). Casado ha ganado por exhibir un discurso grato a los oídos de la derecha que es mayoritaria entre los afiliados del partido, porque se transformó en el candidato creíble frente a lo increible e inasumible (si había indecisos en el cónclave el discurso de Soraya, rutinariamente leído, engolado y que sonaba a falso cerró las dudas).

Cierto es que Casado es un presidente con flancos descubiertos y que tiene que mover las piezas con cierta premura. Necesita golpes de efecto y lo sabe, porque el tirón de la elección se muere con las vacaciones de agosto. Esas vacaciones que, por otro lado, necesita Sánchez para ganar tiempo ante las brechas que se abren en la línea de flotación de su inexistente coalición de gobierno y Casado, si no se achanta, puede abrirlas más si utiliza convenientemente su mayoría en el Senado y se dedica a hacer oposición y no juegos de damas. En el equipo de Casado hay quienes tienen experiencia en la equivocación en el modo de afrontar las campañas de descrédito contrarías, con base o sin ella, por lo que deberían cerrar rápidamente el tema de la consecución del título universitario de su líder ante la opinión pública, porque esto es lo único que recurrentemente van a utilizar en su contra. Pero su flanco más abierto está en el aparato del partido. Por ello, mantener a los conspiradores sería un error, lo que no es óbice para ganarse a los cuadros intermedios y locales; lo que por otra parte es relativamente sencillo. Casado es para algunos un presidente puente, pues si no gana las elecciones volverá a sonar el nombre  Núñez Feijóo que se convertirá en su particular espada de Damocles.

A fecha de hoy cabría decir que en el PP sólo se ha producido un relevo. Una cosa son los discursos y otras las realidades y estas hemos de verlas. Recordemos que en el PP lo usual es que el discurso tenga una apariencia y la realidad otra; que una cosa es lo que aparentemente se dice y otra lo que realmente se afirma. Casado y su equipo tienen que decidir si van a seguir instalados en el complejo ante la pretendida superioridad moral de la izquierda o la van a seguir aceptando (algo que pasa por hacer frente al discurso de la memoria, el género y el feminismo).

Lo que sí es inamovible para Casado, pero esto ya estaba en el discurso del marianismo, es la intención de que el PP sea el único partido a la derecha de la izquierda. Su modelo es el bipartidismo y eso le lleva al peligroso camino de la cohabitación con el PSOE estando en la oposición. Casado y su equipo gustan del control del voto a través del reparto y de ahí su propuesta de reforma electoral, su propuesta estrella para un Pedro Sánchez en minoría: cambiemos las reglas del juego y volvamos al bipartidismo. Todo lo demás está por ver.

La prueba del algodón para Casado, para demostrar que no es un artificio refugiado en las palabras, vendrá cuando decida presentar recurso de inconstitucionalidad, como hizo el PSOE en su labor de desgaste de Mariano, a los decretos de Sánchez, porque nada de lo anunciado por el líder del PSOE tiene carácter de urgencia. Entonces sabremos si hay un atisbo de cambio o estamos ante un simple relevo estético.

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