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Diario YA


 

la deconstrucción de esa superestructura odiada abarca la religión y la moral

FRANCO: EL SEÑUELO

Manuel Parra Celaya.
    Se ha convertido en un tópico, y así lo registra la vox populi, afirmar que el antifranquismo frenético y visceral del Gobierno y de la nueva izquierda en general es una cortina de humo para distraer a la opinión pública de otros problemas más perentorios y de más difícil alance y solución. Apuntemos, de entrada, que las maniobras no apuntan solo a ese franquismo redivivo, sino que el alcance de las memorias democráticas abarca toda la historia de España, por lo que no es extraña la adhesión al proyecto de toda la gama de separatismos.
    En paralelo, de vez en cuando, la izquierda lanza atrevidas propuestas en lo económico y lo social, que quieren demostrar que en ningún momento ha desatendido su teórica razón de ser: la atención al mundo del trabajo y a los más desfavorecidos. De esta forma, queda justificada una acción política de gobierno, y se confirma así, para lo otro, al carácter de cortina de humo.
    Algunos sostenemos la opinión contraria: la hoja de ruta esencial que guía al sanchismo y a sus aliados no es la atención a las necesidades de los españoles, bandera que se perdió con el derrumbamiento del socialismo real y con los fracasos posteriores de los gobiernos de su especie, sino la tarea de deconstrucción de creencias y valores aún presentes en una gran parte de la sociedad. En términos marxistas, el objetivo no es la “estructura”, sino la “superestructura”; por otra parte, la estructura es un hueso bastante difícil de roer, toda vez que viene prefijada por las directrices de lo que llaman Nuevo Orden Mundial, del que la izquierda se ha erigido en eficaz colaboradora.
    Una parte importante de esa “superestructura” que se pretende deconstruir es evidentemente la historia -no solo Franco y el franquismo- y, en la línea de lo que escribe González Cuevas, citando a Walter Benjamín, es una maniobra que “puede reabrir expedientes históricos aparentemente cerrados; rehabilitar personajes y tendencias políticas calumniadas; reactualizar esperanzas y aspiraciones vencidas; redescubrir combates olvidados o juzgados utópicos, anacrónicos y a contrapelo del progreso”.
    Pero no solo la historia; la deconstrucción de esa superestructura odiada abarca la religión y la moral, la antropología y la ética, los usos y costumbres, la tradición, el pensamiento a través del lenguaje y, por todo ello, especialmente la Educación. Gramsci en estado puro, actualizado y sobrepasado en sus planteamientos originales.
    Esto constituye lo sustantivo del sanchismo y de sus aliados. Y lo adjetivo son las coyunturales y temporales medidas para paliar la crisis que se avecina y cuyos prolegómenos estamos ya sufriendo.
    Precisamente lo que es adjetivo y secundario para ellos, constituye un señuelo para atraer los dardos de la oposición, para alborotar a la derecha neoliberal y ponerla de los nervios. Obsérvese el resultado del anuncio a bombo y platillo en el debate sobre el estado de la nación de los gravámenes sobre los bancos y las eléctricas; la reacción del PP y de los medios más o menos afines a él ha sido unánime; les ha escandalizado, y, menos bonito, han empleado contra Sánchez todos los adjetivos supuestamente denigratorios que se les ha ocurrido: populista, demagogo, peronista (¿qué culpa tendrá Juan Domingo Perón?) …La tronada estaba servida y han surgido por doquier sesudas reflexiones economicistas para echar por tierra las medidas anunciadas.
    El señuelo ha funcionado a la perfección, porque se trata de la misma derecha que se pone de perfil cuando se trata, por ejemplo, del Valle de los Caídos, cuando se recuerda el número de abortos en España o se anuncian leyes de género…O cuando se pone a España al mismo nivel que alguno de sus territorios, bajo el melifluo y equívoco nombre de país. Se ha actualizado una frase de ayer que vale para hoy: “Mucho cuidado con invocar el nombre de España para justificar los intereses de grandes empresas”.
    Porque, a la inversa de lo mencionado, lo sustantivo para la derecha liberal es la economía, con total ignorancia o desprecio de lo que se conoce como combate cultural, que no es otra cosa que hacer frente, con ideas y argumentos, al marxismo cultural o neo-gramcismo que pretende deconstruir todo el basamento axiológico de los españoles; esto es lo adjetivo, lo anecdótico, para la oposición, entretenida en calcular los costes de los medidas anunciadas por Pedro Sánchez.
    No dudamos de que el PP se haya mostrado históricamente mejor gestor de los asuntos económicos (siempre a costa de que nos apretemos el cinturón), para remediar los desafueros de gobiernos de izquierdas anteriores, pero siempre claudicando en lo ideológico y lo cultural, siempre eludiendo ese combate, que parece quedar reservado para el denostado Vox o para lo que consideran despectivamente sectores marginales, que tildan de escasamente democráticos.
    Creemos que son necesarias ambas cosas, ambos frentes, el económico y el ideológico. Valdría la pena evocar otra frase histórica: “Ni patria son pan, ni hartura sin patria”, extendiéndola a todos los aspectos que constituyen la diana de la deconstrucción de Pedro Sánchez: España y los españoles.
 

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