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Diario YA


 

La gran familia humana

Gonzalo Rojas

Los marxistas nos han tratado de convencer, desde hace siglo y medio, de que no somos, por ahora, una gran familia humana. Sólo lo llegaríamos a ser en la sociedad comunista sin clases: la familia de los proletarios devenidos en dueños de sí mismos, de la naturaleza y de la historia.
Falso, nunca logrado, imposible.
Los mercadistas han querido fundar nuestra fraternidad en la capacidad ilimitada de intercambiar, lo que nos haría iguales y complementarios a la vez. Globalizar ha sido el verbo en que se expresaría nuestra pertenencia a la gran familia humana.
Pobre, limitado, nunca camino de plenitud.
Los filántropos aprovechan la pandemia para hablarnos de solidaridad en el barrio, en la ciudad, en el país, en el continente, con los chinos y con los italianos, con todos los miembros, nos dicen, de la familia humana.
Noble, pero poca cosa: pasa la crisis y cada uno volverá a lo suyo.
La oportunidad para los creyentes, (para los cristianos en concreto; para los católicos, en particular) es magnífica. Preguntarse y preguntar: ¿Por qué somos familia humana? Porque venimos del mismo Creador, que es nuestro Padre; porque tenemos el mismo Redentor, que es nuestro Hermano; porque nos anima un mismo Espíritu, que es nuestro Consolador.
Definitivo, exigente, trascendente: no hay Bienaventuranzas ni en el marxismo, ni en el mercadismo, ni en la filantropía.