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Las elecciones olvidadas; ¿Un réquiem por el Líbano?

José Luis Orella. 9 de junio. El Líbano ha tenido elecciones parlamentarias de forma simultánea a las europeas, lo que ha causado que sean olvidadas por un público español que vive feliz en su abstención. El triunfo de la coalición 14 de marzo, no obstante, no le permite despreciar los resultados de los prosimios. Pero la victoria de Hariri no es la victoria de occidente, cuando su triunfo se celebra en el paraíso salafista de Arabia Saudita. La extensa pluralidad religiosa y cultural del Líbano marca unas costumbres electorales que nos retrotraen a la época de los caciques de la restauración. Los acuerdos de Taif marcaron una reforma que dividía a 50% la representación parlamentaria entre cristianos y musulmanes, pero las familias importantes mantienen su influencia a través de la compra del voto y el control del trabajo.

En la actualidad, el país se encuentra dividido socialmente entre los prosimios y la coalición 14 de marzo. Por parte de los primeros, el sustento social principal se asienta sobre la minoría creciente de los chiítas, que divide sus fidelidades entre Amal y Hezbollah. El partido de Dios, surgido en 1982, con ayuda iraní, de quien recibe un centenar de millones de dólares anuales, pronto relevó de la supremacía chiíta a Amal. La comunidad chiíta ha tenido una fuerte demografía, que ha provocado una fuerte emigración del campo a las ciudades, sin escuelas, ni centros sanitarios, y un resentimiento cada vez mayor de los jóvenes contra la oligarquía sunnita. El partido de Dios proporciona prestaciones sociales, sanitarias y escuelas, que han sido financiadas por Irán. Hezbollah junto a Amal, controlan la comunidad chiíta y proporcionan el elemento social favorable al eje Damasco-Teherán.

Por el lado cristiano, a nivel político, se encuentran demasiado divididos para actuar de un modo decisivo. Los principales partidos cristianos de la Alianza del 14 de Marzo (las Fuerzas Libanesas, el partido de las Falanges y el Partido Nacional Liberal) pretenden en esta ocasión relevar el protagonismo obtenido en el 2005 por el antiguo jefe del ejército Michel Aoun, que se alió con Hezbollah y Siria con la esperanza frustrada de poder acceder a la presidencia libanesa. Pero los líderes tradicionales cristianos integrados en la coalición 14 de marzo, únicamente han salvaguardado el poder declinante sobre sus decadentes comunidades rurales. Los verdaderos líderes de la coalición triunfante son los sunnies de Saad Hariri, peón como su padre de los designios de Arabia Saudita. A pesar de la imagen occidental y pronorteamericana, en realidad representan la punta de lanza del salafismo islámico en el Líbano. Los Hariri han conseguido que los sunnies musulmanes, con el apoyo saudí y el norteamericano vayan marginando del poder político a los cristianos del Líbano. La amenaza iraní a través de Siria, queda estancada en la defensa y promoción de la minoría chiita, sin embargo, la sunita ha conseguido la nacionalización masiva de palestinos y otros árabes para dar un vuelco demográfico para obtener una progresiva islamización del Líbano. Como ha pasado en la historia de la región, los norteamericanos no actúan a favor de las minorías cristianas, los petrodólares saudíes les orientan a favor de los buenos musulmanes sunnies.

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