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Diario YA


 

El protagonista del día es Martínez de la Rosa, que nació el 10 de marzo de 1787

¿Para qué se iba a distraer “Rosita la pastelera” por unos cuantos frailes de menos?

María Cristina, la reina gobernadora

Javier Paredes. El protagonista del día es Martínez de la Rosa, que nació el 10 de marzo de 1787. En realidad, el entonce popularísimo dramaturgo y político de las décadas románticas se llamaba Francisco de Paula Martínez de la Rosa Berdejo Gómez y Arroyo. 

Su largo nombre fue abreviado y sustituido por las clases populares, y el insigne escritor y político ha pasado a la historia con el apodo de “Rosita la pastelera”. Lo del pasteleo está claro, Martínez de la Rosa era un maestro pastelero de las ideologías y sabía mezclar cremas de distintos colores y sabores a conveniencia. En cuanto a lo de Rosita, alguna pista pudo dar a los rudos españoles, cuando Martínez de la Rosa redactó en un decreto complementario cómo tenían que ir vestidos los miembros de la Cámara: “Han de vestir los Próceres manto ducal, anchas mangas de terciopelo turquesa, túnica de oro con puños de encaje, medias blancas de seda, zapatos de terciopelo azul con hebilla de oro, birrete ducal azul y oro.”

 María Cristina, la Reina Gobernadora durante la minoría de edad de Isabel II, había nombrado presidente del gabinete ministerial a Martínez de la Rosa el 15 de enero de 1834, y permaneció en este cargo hasta el 11 de mayo de 1835, por lo tanto durante su mandato se produjeron las matanzas de frailes. El 17 de julio de 1834, en una sola noche fueron asesinados en  Madrid ochenta religiosos con total impunidad y sin que la autoridad hiciera nada por impedir aquel crimen, ni tampoco por buscar y castigar a los culpables. Menéndez Pelayo calificó estos hechos como “el pecado de sangre del liberalismos español”. Por su parte Miguel Morayta, gran maestre de la masonería, perdonó a los asesinos y cargó la mano contra las víctimas, ya que calificó aquellos sucesos como “un castigo merecido, resultado espontáneo del estado de opinión”. 

¿Para qué se iba a distraer “Rosita la pastelera” por unos cuantos frailes de menos, cuando lo importante para un centrista pastelero como Martínez de de la Rosa era calzar a los representantes populares con zapatos de terciopelo azul con hebillas de oro y vestirlos con manto ducal con anchas mangas de azul turquesa?
 

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