Principal

Diario YA


 

Editorial: "La mala educación"

Pocas cosas definen mejor a un país, e incluso a una civilización, como el nivel de calidad de su sistema educativo. La educación, entendida como sistema organizado de transmisión del conocimiento cuyo titular es el Estado, constituye la semilla del verdadero progreso moral e intelectual de los pueblos, y es el mejor aval que puede presentar una sociedad para ser creíble. Nada es más terrible, ninguna otra cosa arrasa la evolución humana más que la corrupción de los sistemas educativos.

En Europa, y mucho más en España (avanzadilla de todo lo malo que ocurre en Occidente desde que el virus del progresismo liberal se incrustó en el paisanaje nacional), la educación ha sido el reflejo de las peores lacras sociales; la pereza, la ley del mínimo esfuerzo, el gusto por lo audiovisual hasta el absurdo, el abandono de toda norma, la dejadez, la búsqueda desesperada del ocio, el aborrecimiento del trabajo...Hemos construido un mundo de vagos muy finos, de dormilones zampabollos con acento pijo o rastas (dos variantes, a cual peor) a los que no se puede obligar a nada, porque ya se sabe que la imposición crea traumas.

El resultado de algunas décadas de sistemas permisivos en los que se pasaba de curso con varias asignaturas pendientes del anterior (había que maquillar las cifras de fracaso escolar, porque lo que prima siempre es cómo se venden las noticias a los medios, no arreglar los problemas), es un sistema educativo, el español, en el que los estudiantes (sic) agreden a unos profesores desesperados y desmotivados, estudian como loros contenidos previamente manipulados por el Gobierno, y llegan a la universidad (fábrica nacional de parados) siendo prácticamente analfabetos. Sin saber comentar un texto literario y redactando con faltas de ortografía.

Por eso, la noticia conocida ayer según la cual una sentencia del Supremo obliga a respetar el contenido de la LOE, y por tanto, impide pasar a segundo de bachillerato con más de dos asignaturas pendientes de primero, es un primer paso para empezar a poner remedio a este absoluto caos de imprevisibles consecuencias. Sólo desde el rigor en el mantenimiento de esas mínimas reglas, desde la exigencia como forma de garantizar la asimilación de conocimientos por parte de los alumnos, se podrá empezar a construir la sociedad del mañana.

Y, sinceramente, no nos gustaría estar en la piel de aquellos que, con su irresponsabilidad, con su infame y desvergonzada inoperancia e ineptitud, han contribuido a arruinar la vida de miles de chicos que mañana no sabrán valerse por sí mismos para ganarse el pan. Ojala la Historia sea todo lo cruel que merecen aquellos prebostes que, por encarnar posiciones ideológicas de moda, han contribuido a generar no solamente miles de desempleados sin cualificación, algo aún peor: miles de seres humanos tan mentalmente frágiles como para sucumbir a la menor crisis personal. En el pecado llevan su penitencia. Pero ahora hay que hacer lo posible por mejorar la situación.

Miércoles, 11 de marzo de 2009.

Etiquetas:editorial